Las abuelitas son el sistema de cuidados en México

Cuando la abuela muere, la tasa de desempleo de las mujeres mexicanas se reduce un 12%

Una abuelita, dos niñas, un perro y unas flores que parecen de cempasúchil.
Abuelita feliz cuidando a sus nietas. Hecho con Midjourney.

Cuando la abuela muere, la tasa de empleo en las mujeres mexicanas se reduce en 12 por ciento. Esto fue lo que encontró Miguel Ángel Talamas Marcos en un estudio, publicado en Mayo de este año en el que usa el momento de la muerte de la abuela como variable explicativa de la caída en el empleo de las mujeres.

Este no es un problema exclusivo de México. Alrededor del mundo, las abuelas son la fuente primaria de cuidados en los hogares. Es gracias a ellas que las mujeres jóvenes pueden salir a trabajar y obtener ingresos. Y esto es extremadamente relevante, pues por las normas sociales respecto al cuidado, se suele esperar en las familias que sean las mujeres quienes dediquen su tiempo a las tareas de cuidado y a las tareas del hogar. ¿Qué dice la economía al respecto?

Economía de cuidados

El efecto del estudio de Talamas es más fuerte cuando los niños son más pequeños. Cuando los niños son un poco más grandes, la escuela se convierte en un elemento auxiliar de los cuidados, pero antes de ese tiempo, el fallecimiento de la abuela implica que necesariamente ese tiempo de cuidado tendrá que salir del trabajo de la mujer.

El problema podría ser más grave de lo que parece a simple vista. Cuando una persona pierde su trabajo, el efecto no es sólo el dinero que deja de ganar en el corto plazo. Los huecos laborales que hay cuando se deja de trabajar puede generar pérdidas importantes a lo largo de la vida.

En múltiples estudios se ha demostrado que la crisis financiera de 2008, no sólo dejó grandes pérdidas en el momento. Los jóvenes que tuvieron la mala suerte de salir al mercado laboral en esas fechas (auch!) presentan hasta la fecha efectos adversos en el mercado laboral. El periodo que no se trabaja no se adquieren habilidades importantes para la vida laboral, que van desde el conocimiento de la industria en la que trabajan hasta habilidades blandas sobre cómo comportarse en la oficina, que pueden ser vitales para ascender.

Lo mismo pasa cuando una mujer deja de trabajar porque tiene que cuidar. La pérdida en habilidades e ingresos potenciales se tienen que tomar en consideración cuando se piensa en un sistema de cuidados.

¿Alguien quiere pensar en el sistema de cuidados?

Me siento como Maude Flanders gritando al cielo “¿Alguien quiere pensar en el sistema de cuidados?”. Todos necesitamos cuidados a lo largo de nuestra vida. Desde que nacemos hasta el último día de nuestra muerte, todos necesitamos o que alguien nos cuide, o nosotros mismos cuidarnos. Cuando dedicamos tiempo a vestirnos, a hacer ejercicio o a comer bien, estamos dedicando tiempo al cuidado. Cuando hacemos de comer para alguien a quién queremos o cuando manejamos para llevar a los niños a natación, estamos haciendo cuidados.

maude Flanders
¿Alguien quiere pensar en el sistema de cuidados?

Pensar en términos de cuidados es muy útil, porque permite identificar aquellos servicios públicos que los hacen más fáciles de llevar a cabo. Que hayan guarderías permite que las mujeres puedan asistir a trabajar, aún cuando la abuela se sienta enferma o (dios no quiera), fallezca. Pero también, si las calles están pensadas para que se puedan caminar y no para que pasen los carros, facilita mucho a que los niños puedan caminar de sus casas a las escuelas, como sucede en Japón. Escribí sobre el tema hace un año:

¿Por qué los niños japoneses pueden ir solos a la escuela?
Cultura de comunidad y cuidados, bajas tasas de crimen y un diseño de las calles pensadas en ellos y no los automóviles.

Hay un problema: para pensar en un sistema de cuidados, es necesario generar datos al respecto.

Indicadores de cuidados

No hay un indicador especializado para medir la demanda de cuidados en el país. Si quisiéramos hacerlo, podríamos aprovechar algunas de las encuestas que ya genera el INEGI y que tienen información suficiente al respecto. Mis primeros candidatos son la ENUT y la ENIGH, ambos con ventajas y desventajas.

La ENUT es la encuesta nacional del uso del tiempo. En esa encuesta se pregunta de manera detallada a los respondientes en qué usan su tiempo. Cuánto tiempo dedican a trabajar, cuánto tiempo a estudiar, cuánto tiempo les toma trasladarse a sus lugares de estudio o trabajo y cuánto tiempo usan para cuidar de otras personas. Es una encuesta muy interesante que puede dar una buena perspectiva de las necesidades de cuidado.

La ENIGH también pregunta del tiempo que se dedica a las labores de cuidado en el hogar, pero como ese no es su objetivo principal, no le dedica tanto tiempo (pun intended) a esa pregunta. La ventaja que tiene es que es una encuesta que tiene representatividad estadística a nivel estatal y con algo de ingenio, se puede hacer que lo tenga a nivel municipal. Imagínate estimar el tamaño de las necesidades de cuidado a nivel ciudad para determinar políticas públicas.


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