Conocí a mi primera Swiftie en 2014. Estaba recién divorciado y acababa de salir su álbum 1989. En el momento no pensé que fuera más que una artista pop igual a las demás, pero en los últimos años me he llegado a convencer de que Taylor Swift es una de las figuras empresariales más importantes de la última década.
Murieron las superestrellas
La era de la superestrella murió hace mucho. Antes, los artistas se daban a conocer por medios masivos. Elvis llegaba a todo el mundo por medio de la radio y la televisión y monopolizaba la atención de todos. En todo el mundo se imprimieron estampillas de Elvis (menos en EEUU, hasta 1994).
Tal vez nos imaginamos que así sería para siempre. Para que Queen llenara el estadio de Webley se necesitó desarrollar bocinas especializadas en hacer llegar las voces a miles de personas.
Pero esa era ya pasó. Las redes sociales han hecho que nuestros gustos se dividan. Ahora el algoritmo de Tiktok detecta nuestra “tribu” y nos recomienda la música que tiene más probabilidad de gustarnos. El resultado es que es muy raro que haya algún artista que tenga el nivel de fama de una superestrella.
Excepto si eres Taylor Swift. El nivel de alcance y la consistencia de su popularidad no ha sido suerte: es el producto de una estrategia insuperable y un conocimiento profundo de la industria y de las reglas del juego.
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